Despedida – 2003

Decía Kant: “Nada hay tan bueno como una buena voluntad” Y es verdad ¡Qué bien se está entre personas  de buena voluntad! ¡Qué bien se trabaja codo a codo con gente buena!

Cada uno  dice lo que sabe, ayuda lo que puede, busca donde cree, colabora donde es necesario y de lo que tiene aporta lo que puede.

En un mundo, donde es necesario recordar a muchos que “los derechos humanos son un deber de todos los humanos”, qué bueno es pertenecer a un grupo tan sensibilizado con los problemas y dificultades que los niños, el colectivo más vulnerable, tiene en países como Ecuador o Argentina.

Sabemos que son necesarios coraje para vivir, prudencia opara sobrevivir y generosidad para convivir. Presuponemos el coraje y la prudencia en todos ustedes, pero lo que si constatamos todos los días es su gran generosidad.

De todas formas les recuerdo que por mucho que hagamos, por mucho que demos, por mucho sueño que perdamos, por mucho que colaboremos o por mucho que pidamos por y para estos niños, siempre tendremos la cuenta en números rojos, siempre estará a su favor, ya que es mucho mas lo que recibimos. Pues ellos nos aportan realismo, recuerdos, buenos deseos, oraciones  y la buena conciencia  de tener la seguridad de hacer algo bien.

Es un gran honor estar con ustedes, estar entre ustedes y representarles a ustedes.

Había cuatro velas que se quemaban lentamente, en el ambiente había tal silencio que se podía oír el diálogo que mantenían.

La primera dijo soy la PAZ, pero las personas no consiguen mantenerme… creo que me voy a apagar y disminuyendo su fuego rápidamente se apagó por completo.

La segunda dijo yo soy la FE, lamentablemente a los hombres les parezco superflua, no tiene sentido permanecer encendida. Cuando terminó de hablar una brisa pasó suavemente sobre ella y la apagó.

Rápida y triste la tercera vela se manifestó, yo soy el AMOR, no tengo fuerzas para seguir encendida. Las personas me dejan a un lado y no comprenden mi importancia, se olvidan hasta de aquellos que están muy cerca y les aman. Y sin esperar más se apagó.

De repente entró un niño y dijo: ¿Pero qué están haciendo? Deberían estar encendidas hasta el final, y al decir esto comenzó a llorar.

Entonces habló la cuarta vela y dijo: No llores y no tengas miedo, que mientras yo tenga fuego, podemos encender las otras velas, pues yo soy la ESPERANZA.   

Con los ojos brillantes el niño cogió la vela que ardía y encendió las demás.

¡Que la esperanza nunca se apague en nuestro mundo!

¡Que la fe que en nuestros ahijados hemos creado con nuestro amor, les haga mantener la esperanza de un mundo, su mundo, en paz, donde ellos puedan llevar una vida digna y en la medida de lo posible feliz!

¡… Y que cada uno de nosotros sepamos ser la herramienta que los niños necesitan para mantener la ESPERANZA, LA FE, LA PAZ Y EL AMOR!!!

José García García
Presidente