Agradecimiento del Premio al Comportamiento Humano 2010

Estas fueron las palabras de agradecimiento que nuestro Presidente dirigió en la recepción del Premio al Comportamiento Humano 2010 el día 30 de Octubre de 2010 en el hotel Palace de Madrid.

Hay días que a uno le gustaría tener un bello decir, una forma interesante de expresarse, poseer una palabra culta y ser, en definitiva, un malabarista de las palabras, para ser capaz de encontrar las más bellas, y precisas que mejor definan los sentimientos que me embargan en estos momentos.
Personalmente, en este aquí y ahora, son tres los sentimientos que me inundan:
El primero es un sentimiento de extrañeza, de desubicación. Veo a todos los compañeros de premio y les veo representando a organizaciones importantes, algunas mundialmente conocidas, otras por mi admiradas desde siempre, mientras que yo represento a ALIN, Albergues Infantiles, una ONG pequeña, de una provincia noble, laboriosa, fiel, vieja y fría, llamada León y con un presupuesto ajustadito y sinceramente siento que habrá muchos otros que lo merezcan más.
En segundo lugar me embarga un sentimiento de orgullo de pertenecer a ALIN, Albergues Infantiles, formado por un equipo humano de gentes entrañables, con 300 padrinos que mes a mes participan con su colaboración, con jóvenes voluntarios que aportan su tiempo y su entusiasmo y son capaces de dedicar unos meses de sus vidas a ayudar a niños en países lejanos en sus dificultades, capaz de mantener en Ecuador a trescientos niños de la calle haciendo lo que tienen que hacer: convivir, aprender, reaprender, desaprender y jugar; y en Bolivia cien universitarios becados que el día de mañana contribuirán eficazmente al cambio en buena dirección de aquella sociedad.
Por fin el sentimiento más fuerte es de agradecimiento, no hace falta que un motor eleve el agua del agradecimiento desde lo profundo de mi sentir, surge sólo como surge el agua de los manantiales entre los peñascos allá en lo recóndito de nuestra preciosa montaña leonesa.
En nombre de nuestra junta directiva, padrinos, benefactores, colaboradores, voluntarios y beneficiarios gracias desde lo más profundo de nuestro sentir.
Yo cuando era niño y hacía algo muy bien y que yo le había puesto ilusión, tesón y esfuerzo mi madre me llamaba se ponía muy seria ante mi y me decía: ¡Pepe, hijo, vales un potosí!
Tardé bastante en saber lo que valía un potosí.
Pero a lo largo de mi ya dilatada existencia he podido comprobar que siempre que he dedicado mi tiempo, mi ilusión y mi esfuerzo a colaborar en la ayuda a niños y adolescentes en dificultades me he encontrado con ese mismo sentimiento de satisfacción, orgullo y bienestar que el que sentía cuando de niño mi madre me decía valer un potosí.
Hoy, aquí y ahora si que hay gentes que valen un potosí. Esto es prácticamente una concentración de potosís.
Muchas gracias

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